2018
Las condiciones meteorológicas resultaron en una de las vendimias más tardías de los últimos años. La pluviometría superó la media histórica, registrándose 630 litros por metro cuadrado en Jerez y cantidades muy superiores, incluso de hasta 800 litros, en pagos concretos de la región. La circunstancia meteorológica más destacable fue la inusual distribución que tuvieron esas lluvias a lo largo del año. Si lo normal es que las precipitaciones se produzcan mayoritariamente en otoño e invierno, en la pasada campaña casi dos tercios del total, se recogieron entre los meses de marzo, abril y mayo. Por otra parte, las temperaturas durante la primera parte del verano fueron inusualmente suaves, con escasos días de levante durante el mes de julio, lo que ralentizó la maduración de la uva.
2019
El período 2018/19 fue especialmente seco, con apenas 400 litros por metro cuadrado de media en la región, desigualmente repartidos por los distintos pagos y muy lejos de la media anual, superior a 600. La lluvia registrada se ha concentrado además en el otoño y a principios del invierno, mientras que la primavera fue extremadamente seca. Además, el verano fue singularmente suave, con temperaturas significativamente inferiores a la media durante el mes de julio y prácticamente sin vientos de levante. El mes de agosto trajo temperaturas más altas, pero también lejos de las máximas de otros años. En definitiva, la uva maduró de forma muy suave, lo que redundó en una muy alta calidad de los mostos.
2020
Siguiendo la tendencia de la campaña anterior, la vendimia de 2020 fue una vendimia corta en producción. Las razones de esta baja producción hay que buscarlas obviamente en las condiciones meteorológicas que presidieron el año agrícola, con un otoño y un invierno muy secos, a excepción de algunos temporales cortos en el período navideño. En total, la pluviosidad rondó los 500 litros por metro cuadrado a lo largo del año agrícola, muy por debajo de los 600 habituales. Las temperaturas suaves registradas en febrero provocaron un adelanto de la brotación, con los consiguientes riesgos para las yemas incipientes si volvían los fríos antes del fin del invierno. Hasta principios de primavera no llegaron las lluvias, que fueron muy abundantes; ello hizo modificar las perspectivas negativas que auguraban la prolongada sequía, pero tuvo un impacto muy significativo sobre el ciclo de la planta.
2022
El 2022 ha sido la cosecha más cálida que hemos trabajado. Aunque el invierno tuvo unas lluvias habituales, la primavera fue extremadamente seca, no produciéndose prácticamente precipitaciones. El verano se mantuvo seco con temperaturas anormalmente altas, esto nos dejó una cosecha en la que tuvimos que trabajar extra en la viña para tratar de sacar lo mejor en una situación muy difícil, resultando una gran añada finalmente por su complejidad y concentración, siendo una de nuestras favoritas en los últimos años.
2023
La escasez de lluvia fue notable al igual que en 2022, con precipitaciones sin superar los 500 l/m2, concentradas principalmente en diciembre y enero, y algunas a comienzos de junio. Tuvimos un verano relativamente suave en temperatura con noches frescas y frecuentes rociadas que supuso una madurez muy estable en ritmo, donde las viñas del interior alcanzaron su madurez óptima antes, beneficiadas por un julio suave, mientras que las cercanas a la costa se vendimiaron más tarde. A pesar de los desafíos climáticos, logramos una uva de excelente calidad, con mayor tamaño y equilibrio entre acidez y azúcar.